Cuaderno de actriz II

por Laura D' Anna

(Antes y después del estreno de Me amé, no me di cuenta (el otro camino de Ofelia))


Yo quiero seguir hablando de Emilia, ¿quién es Emilia? Es mi tía. Siempre me dio mucha curiosidad porque mi abuela me decía que yo me parecía mucho a ella. Aún no sé bien dónde me metí cuando fui a buscar su historia…  Lo que sí sé es que fue un buen impulso, inevitable,  juntarla con otro personaje fascinante para mí, Ofelia, con el que también tengo una larga historia…


marzo 2013

Vivimos desde el año 97 en una casa que vino con “fantasma” incluído. En realidad, yo me imagino que el fantasma de la pelirroja se asoma cada  tanto por la ventana del altillo, que es donde tengo mi escritorio y desde donde estoy escribiendo estas líneas ahora mismo. De esta ventana, una vez, dicen los vecinos, esa mujer quiso huir de su marido golpeador y ató una sábana para bajar y escaparse por el pasillo de la planta baja pero encontró a la muerte sobre el piso de baldosas. La sábana se desató.
Yo podría decir, imitando a mi amiga Lucia Sander, “¡Mujeres, aprendamos a  hacer buenos nudos!!!” Lucia dice, en su exquisito espectáculo Ofelia explica:“¡Mujeres, para sus hijas, clases de natación!” 

La ventana está llena de plantas. Y siempre la dejo abierta.


Ofelia, Emilia, la pelirroja de esta casa. Un altillo.
Te acordás de la loca del altillo, la esposa del protagonista de Jane Eyre?, me dijo Anita cuando yo le conté esta historia. ¿Y de la mamá de Bernarda Alba???
Dementes suicidas encerradas mudas

Hamlet, los “locos” pintores… Porque el marido de la pelirroja era pintor (discípulo de Urrutia), y terminó su vida en el Borda. Se lo llevaron de esta casa porque un día arrojó por el balcón una botella que se fue a romper al lado de un niño que pasaba. Su padre hizo la denuncia correspondiente. Dicen.

“Ingresa el 3 de enero de 1961: sonriente, con dificultad al hablar, inquieta, deambuladora.”



Quiero dedicar esta obra a mis mujeres “locas”

Y también a la mujer que una vez, en Barracas, me dio un carterazo en la cabeza. Así, sin ningún motivo.
Y también a la que me recitó un poema, en el Moyano, que decía que  los muertos no son los que están en las tumbas.
Y a Antonin, Vincent, Charlotte, Camille…


Una semana antes de estrenar

Me escapé de Rosario un domingo al mediodía, me fui en colectivo a Santa Teresa, el pueblo de Emilia y de mi abuela. Me senté en la primera ventanilla que encontré: asiento 22. El colectivo me dejó en la ruta, debía caminar dos kilómetros y empezó a llover. Una mujer detuvo su coche y me subió sin que yo haga el menor gesto. Todo me acompañaba, me llevaba. Mi ángel me dejó en la casa de la Panadería.

ReConocí la casa donde vivió (yo había ido cuando era chiquita) . La casa parecía estar  igual que hace cuarenta años. Cuando toqué la puerta el corazón me galopaba, cuando Fito abre la ventanita, enseguida me reconoce y me dice “Loca!!!!”… Rodolfito es otro de los sobrinos de Emilia, primo de mi papá.
Lo levanté de la siesta, no esperaba encontrarlo, yo creí que esa casa estaba vendida. Por suerte llevo siempre uno de mis budines infalibles y él preparó el mate. Ya sabía que yo estaba averiguando sobre Emilia, su hermano Gustavo ya le había contado (ver Cuaderno de actriz I). Nos pusimos al día con toda la familia. Y de pronto me señala, “ves ahí, en esa pieza la encerraban, cuando la sacaron de Oliveros la encerraron ahí”

“EXAMEN PSICOPATOLÓGICO (P II) Poco cuidadosa de su aseo personal, inquietud, crisis, excitación psicomotora, mirada perdida de estupor. Estereotipos (retuerce continuamente la ropa u objetos que lleva entre sus manos), debe ser retenida porque trata de salir a la fuerza del consultorio.” 

En esa puerta faltaba un vidrio, en la parte de arriba, me cuenta Fito, y ella sacaba las manos por el agujero y me llamaba:” Nene, Nene”.
Tal vez alguien haya abusado de ella, sigue Fito, se escapaba, se iba por ahí. Los tíos y las tías estaban cansados…

“Contestaciones estereotípicas taquigráficas. No tiene conciencia de enfermedad. Desorientaciones.  Estupor, al mirarse en el espejo se reconoce “esa soy yo” e indica con el índice. Inquietud psicomotora, tendencia a deambular, incontinencia sexual durante el examen. Afectividad exaltada.


También visité a Sonia (la otra sobrina). Maravilloso fue conocer su jardín: salvaje, frondoso, interminable. Variedad de rosas, margaritas, jazmines. Limonero en flor, aromos. Este jazmín del país, me dice Sonia, lo plantó Emilia…

Fuimos al cementerio y vi la tumba. Habían puesto en la misma tierra a ella con su papá, su mamá y su hermana pintora. Sobre ellos planté dos lazos de amor y una planta de la moneda. También llevamos rosas rosas y blancas. Nos acompañó el hijo de Fito, Rafael.
Sonia me contó que Emilia trabajó de peluquera mientras estudiaba teatro y pintura en Rosario en los años 30. Y dicen que hacía unos peinados impresionantes: rulos, ondas, bucles. Vivían en una pensión con su hermana Adelina, ambas discípulas del maestro Manuel Musto.

“Reacciones con llantos al preguntar por su hermana.”

También me contó que Emilia se lavaba el pelo con agua de lluvia, que bordaba sus vestidos hechos en  la tela rústica de las bolsas de harina de la Panadería.

La Panadería sigue existiendo. Antes eran especiales sus panes de harina negra con pasas y nueces. Venían de pueblos vecinos especialmente a comprarlos. Esa parte de la casa sí la alquilaron. Desde la pieza donde habían encerrado a Emilia vienen ruidos de cuadra,  sonidos inconfundibles para mí (que también me crié al lado de una panadería, aunque en otro pueblo). Hoy allí se hace pan…

“Abulia, no canaliza en actividad útil. Sueño tranquilo, se alimenta bien.

ESQUIZOFRENIA: Estupor catatónico.”

Conmovedor, el relato de Fito de la muerte de Emilia:
“Sonidos roncos salían de su pecho. No parecía su voz. Yo sabía que era grave, muy grave, lo que estaba pasando. Me dicen, corré a buscar al tío Blas. Nunca en mi vida corrí así. Cuando llegué a lo de Blas, el tío ni se inmutó, hasta me hizo esperar. Yo no entendía nada. La tía Emilia se estaba muriendo...”
Murió el 10 de agosto de 1962. A punto de cumplir 53 años.

Y Fito agregó, “parece mentira, pero una desgracia venía detrás de otra”, juro que dijo eso. Y yo me comía por dentro las ganas de citar a Gertrudis, la madre de Hamlet que para anunciar la muerte de Ofelia a su hermano Laertes, empieza “Una desgracia viene siempre pisando los talones de la otra”.
La otra desgracia, para Fito, era ni más ni menos la muerte de sus padres…

Para qué revolver el pasado?, para qué?, si eso pasó hace más de 50 años.
Porque esto viene latiendo en la sangre. 


 Antes de irme, pasé a saludar a Rodolfito. Me esperaba con nuevos mates, un retrato de Emilia pintado por su hermana Adelina y unas fotos.

Sonia (setenta y pico) y Rafael (veinte y pico) me acompañaron a tomar el colectivo de vuelta a Rosario que tuvimos que esperar hora y media en la plaza del pueblo, justo en la esquina de la Sociedad Española, donde Emilia montaba las obras de teatro que hacía. Mientras unas adolescentes tomadas del brazo (como en todas las épocas…) le hacían la pasadita al Rafael, éste nos contaba historias de aparecidos…  Y las contó muy bien, en primera persona, con suspenso… Estaba anocheciendo.

Una de las historias de Rafael era de una muchacha vestida de blanco con los pies descalzos que les pidió, a él y a sus amigos, que la llevaran a casa. Esa muchacha había fallecido al cumplir 15 años mucho tiempo atrás.
La otra historia de fantasmas transcurría a orillas del arroyo del Medio, una noche en que Rafael y sus amigos prolongaban un picnic.
Rafael  no sabía lo que me estaba regalando…





Mayo de 2013
Ya pasó el estreno (6 de abril, y Natalia Tesone se acordó que ese mismo día en 2009 estrenamos Viajeras en busca del circo!!!!). Ya pasó también  la “puta” segunda función. Les siguieron las buenas, la olvidable, la fabulosa, la tropecista, etc.

Cada vez que estoy actuando me siento feliz, feliz de haber cultivado este oficio.
Sigo buscando volverme invisible (al decir de Yoshi Oida). Creo que cuando lo logro, la gente sale hablando de un jardín, del sauce y su corteza, del libro de cuentos de la infancia, del olor a óleo, de poesía...


Ahora, en el altillo, el retrato de la tía Emilia me sonríe de reojo, y está enfrentado a la ventana, que seguirá abierta.